Carlos y María, una pareja de esposos caminaban de la mano por un refulgente y ardoroso puerto de acapulco.
Estaban en esa etapa de la vida en la que, sin pensárselo muy bien, la felicidad parecía perpetua y las cosas no podrían estar mejor: Carlos tenía un buen trabajo, María había sido aceptada en la mejor universidad del Estado en bellas artes y su pequeño hijo Andrés, cada día lucía más rozagante e intrépido.
-Mira, ese hombre de allá parece estar pintando algo, sabes que me encanta el arte callejero- Sugirió socarronamente María a Carlos convenciéndole mientras le mordía el lóbulo de la oreja izquierda.
-Cuando haces eso, no puedo resistirme- Respondió Carlos.
-Bienvenidos a mi iluminada oscuridad- Saludó un Anciano arrodillado en el suelo sin levantar la vista- Joven, dama; tan distinguida y moza pareja sería una maravillosa musa para mi próximo retrato, son tan amables de ser mis modelos vivos?- preguntó.
-Oh, claro que sí, sería un gran hon….-María interrumpió sus palabras cuando el anciano levantó la cabeza y mostró sus ojos grises, no había que ser médico para saber que estaba ciego.
-Muy bien-Dijo el anciano mientras esbozaba una inquietante sonrisa-a su edad, sería natural que tuvieran hijos, al menos uno, no es verdad?- Ambos asintieron con la cabeza-a él también le retrataré, si me lo permiten, claro está.
Carlos y María se turnaban vistazos entre aquél oleo improvisado del suelo y sus caras de desconcierto. Lentamente, como una serpiente, ese desconcierto mutaba de piel para convertirse en horror al notar que, aquel hombre ciego, no solamente los estaba retratando idénticos, como nunca antes habían visto; sino que también, su hijo Andrés era un calco de sí mismo.
-Y bien, ¿cómo les ha parecido?, disculpen la tardanza, pero no quería escatimar detalles. Espero que no les haya molestado tomarme la osadía de retratar al perro, sé que lo quieren mucho- Exclamó el hombre luego de terminar la oreja de Bristol, el perro de la familia.
Carlos y María sintieron pavor, pero fascinación a la vez; María, llevada por su amor hacia el arte y porque odiaba ser descortés , le felicitó y con mucho afán, le preguntó cuánto debían por la obra.
-No se preocupen, amigos míos, ésta obra la pagarán ustedes mismos; por haber sido tan gentiles de servirme de modelos-Expresó el hombre quien al terminar la frase mostró una hilera de dientes ocre, como de hiena.
Todo quedó allí, sería una gran anécdota, el anciano ciego que los retrató idénticamente, también a su hijo y a su perro ausentes. Seguro la contarían en navidad, mientras las familias de ambos se reunían.
Orlinda, la ama de llaves, llevaba poco tiempo con ellos y si bien era muy quisquillosa con la limpieza, tenía serios problemas de motricidad; últimamente Carlos había echado de menos algunas objetos personales, sin embargo, siendo abogado, prefirió darle el beneficio de la duda.
Carlos dejó un sobre con su liquidación laboral del año pasado en su cómoda, se acomodó toscamente la corbata y bajó las escaleras, una vez en la planta baja, se sorprendió porque, antes de partir hacia el trabajo, Bristol no había salido a saludarle, y tampoco había orinado el periódico (como hacía cada mañana); llevaba prisa y omitió el detalle; al cerrar la verja del jardín, vio el cuerpo muerto de lo que parecía ser Bristol, ya que, el cúmulo de órganos y huesos extendidos tras cada nuevo vehículo que pasaba por encima ya no tenía forma. Hace mucho no sentía una lágrima en su mejilla, pensó despedirlo como se debe en la noche, mas por ahora, tenía una importante audiencia.
Él afrontó la audiencia con tesón, hizo de tripas corazón y le salió al paso a un importante caso; sin embargo, al salir, y a pesar de que era un tipo duro, no pudo evitar llorar por su amigo Bristol. Había estado con él incluso antes de conocer a María. Ya en el auto, su celular sonó, contestó desde el auricular.
-…María…María ( la voz entrecortada de su madre)…María está muerta.
Carlos intentó preguntar, pedir detalles, pero la madre de María estaba abatida por la congoja y nada se le entendía. Quería pensar que era un error, una broma de pésimo gusto, pero empezó a recibir más llamadas y mensajes iguales:
” María está muerta”.
María asistía a una exposición de arte moderno, era uno de sus planes preferidos y este en especial lo había esperado durante meses. Uno de los estantes del cuadro más valioso e inmenso de la exposición, luego de que una tuerca que sostenía su lado derecho reventara, se avalanzó sobre María y casi le cortó por completo la cabeza.
Carlos se dirigía a casa, con la esperanza de encontrar a sana a su mujer, de que alguien le explicara qué demonios pasaba<> Recordó, que dos días antes Bristol había mordido justo el extremo donde éste mismo se encontraba sosteniendo un hueso, y que el pequeño Andrés había cortado “inocentemente” la cabeza de su mamá del retrato, pues la necesitaba para el árbol genealógico que le pidieron como tarea en la escuela.
Al llegar a casa, y con el peor presentimiento de su vida, fue a buscar el retrato.
-¿Señor, qué le pasa, por qué desvarata la casa?-le preguntó Orlinda quien escondía un extraño sobre en su delantal, al notar que Carlos revolcaba y tiraba todo lo que se le cruzaba.
-No encuentro el jodido retrato,!¿ dónde demonios está el jodido retrato? !
Orlinda se tomó la cabeza, y en una expresión de perplejidad y alivio,y aún sabiendo que recibiría el sermón de su vida,le señaló la cubeta llena de agua con la que estaba lavando el living.
-Ah…es eso, perdóneme patrón, yo estaba limpiando y no me dí cuenta cómo se me cayó, espéreme ya se lo limpio-exclamó casi orgullosamente con voz rechinante, como de bisagra vieja.
Carlos se apresuró, sacó el retrato de la cubeta y vio como la parte inferior del mismo, donde se ubicaba el pequeño Andrés por su estatura, estaba inundada; instintivamente corrió como pensó que ya no podía correr y se asomó a la piscina para ver…a Andrés flotando.
Sacó su blando y liviano cuerpo, lo posó en sus rodillas, y lloró, desconsolado, como el niño que ya no era.Después de varios segundos de sollozos y llanto contínuos, Carlos levantó la cabeza y notó el retrato a su costado.
-Maldito viejo hijo de puta, tú me hiciste esto ! ¡ya no me importa nada! ¡Arghhhhhhhh!-Con sus robustas manos, rompió en pedazos el retrato sin notar que, detrás de él, estaba Orlinda con un gran bolso lleno de joyas , y con el sobre, apuntando una Smith and Wesson 38 en su sien.
El disparo traspasó el cráneo de Carlos y llegó hacia la piscina produciendo un baile tímido de hondas en el agua. En el suelo, la sangre coloreó varias baldosas; el cuerpo de Carlos seguía acurrucado sosteniendo el cuerpo de su hijo, ambos sin respirar; ya no estaba Orlinda, y tampoco los pedazos del retrato…